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Estas páginas pretenden aportar sugerencias a los terapeutas sobre cómo se puede aplicar el contenido de este libro para superar determinados problemas psicológicos.
El curso no es una terapia, es decir, no va dirigido a superar los ataques de pánico, ni la depresión, ni los problemas de ansiedad, ni el tartamudeo, ni la hipocondría ni ningún otro tipo de trastorno, que necesite una terapia psicológica.
El autor del libro y Psicoterapeutas.com declinan toda responsabilidad en el uso terapéutico de este libro que se haga sin la guía de un profesional competente.
Estamos ante un hecho paradójico cuanto más queremos controlar nuestras emociones y sensaciones, más las sentimos. Los capítulos 1, 2, 3 y 4 nos lo muestran con detalle, de forma clara y lo podemos contrastar y experimentarlo en nosotros mismos con sencillos y curiosos experimentos y ejercicios.
El primer punto a conseguir es descubrir que se tiene suficiente motivación para enfrentarse al miedo terrible que la tiene paralizada sin poder ir a donde quiere (uso el femenino, porque la mayoría de las personas con agorafobia son mujeres, aunque también hay muchos hombre). Nuestra motivación, la de todos incluidas las personas con agorafobia, nos viene de nuestros valores. Los valores son las consecuencias globales deseadas a muy largo plazo. Con ellos definimos cómo queremos el mundo futuro y la forma ideal de cómo nos gustaría vernos en él. Los valores y el sufrimiento están relacionados, son dos caras de la misma moneda. Por eso, seguramente a la persona agorafóbica le gustaría tener la independencia necesaria para poder ser libre de moverse y relacionarse. Hay una pregunta interesante que puedes hacer: "¿qué harías en la vida si no existiera tu agorafobia? contesta con detalle y a largo plazo, porque efectivamente saldrías, pero ¿Dónde irías? ¿qué harías? ¿a qué te dedicarías?...". Esa es la motivación para salir de casa y enfrentarse al terror que le espera fuera. En el "Curso Terapéutico de Aceptación I y II" existen varios ejercicios concretos que nos permiten clarificar nuestros valores (capítulo 6.2 y ejercicios de las páginas 152 a 167.
El miedo lo superamos cuando nos enfrentamos a lo que tememos sin luchar ni huir. Nuestro cuerpo, finalmente, se acostumbra a que no sirva para nada tener miedo y deja de producirlo. Pero deja de hacerlo involuntariamente, porque cuando queremos controlar nuestro miedo voluntariamente, no lo conseguimos. Cuando hacemos el experimento de la lengua (página, 63), pronto nos olvidamos de ella, cuando nos concentramos en otra cosa más interesante; pero lo hacemos involuntariamente, sin darnos cuenta. Por eso la aceptación incondicional de lo que se teme es la forma de superar la agorafobia y poder vivir de acuerdo con los propios valores.
Generalmente, pero siempre que la agorafobia está relacionada con el miedo al ataque de pánico, las sensaciones físicas que teme que surjan si va a alguno de los lugares que le dan miedo son un factor fundamental en la evitación de la salida. Para aceptarlas se pueden emplear varios ejercicios, empezando por la aceptación de las sensaciones físicas en el CD 3 y en las páginas 80 y siguientes.
El ejercicio de aceptación de las sensaciones físicas pretende entrenar en la aceptación incondicional de las sensaciones que tememos y automatizar las reacciones que nos llevan a la aceptación. Ya sé que es difícil pensarlo siquiera. Dirán "¿Cómo no voy a querer quitarme esas sensaciones tan desagradables?" Ese es el reto: abrirse a sentirlas sin límites.
Las sensaciones a las que ha de enfrentarse son las que siente en los momentos en los que tiene miedo. En el caso de la agorafobia, el mareo es lo más típico y se puede presentar debido a muchas causas, por ejemplo:
Las causas psicológicas de un mareo pueden ser múltiples y variadas. A continuación se mencionan algunas::
Dentro de un entrenamiento para aceptar las sensaciones, se puede producirlas voluntaria y controladamente e irse acostumbrando a sentirlas sin lucha.
Otro elemento que influye en el miedo a salir a la calle es el pensamiento. Sabemos que el pensamiento se dispara cuando y donde quiere y que voluntariamente no podemos eliminarlo (capítulos 2, 3 y 4). Solamente por estar lejos de lugares seguros, el pensamiento puede aparecer y producir las sensaciones de miedo (recordemos el ejercicio del limón, página 28). Un entrenamiento eficaz para manejarnos con los pensamientos que producen tanto miedo es la exposición en la imaginación (cap. 8.3, página 93, CD 4), consiste en mantener el pensamiento que nos da miedo: que nos vamos a morir, que nos vamos a volver locos, que no vamos a encontrar ayuda, etc., abrirnos a sentir las sensaciones que aparecen con solo pensarlo y comprometernos con lo que nos interesa. Lo que nos interesa es la acción comprometida (cap. 8) que puede ser hacer terapia, es decir, salir a la calle, dar una vuelta, ir al super, etc. siempre con la vista puesta en la independencia, en poder ir a donde quiera y hacer lo que desea: seguir lo que dictan sus valores.
Una vez entrenados, hay que enfrentarse a las situaciones temidas e ir, poco a poco, recuperando la libertad de hacer nuestra vida. Hacer exposiciones en la imaginación o exponerte a las sensaciones corporales que teme es solamente una forma de entrenarse para enfrentarte en la realidad a lo que tanto teme. Si lo hace pensando que así no sufrirá, la eficacia de lo que haga será muy limitada. En todo momento tiene que tener el compromiso con la vida y estar dispuesta a salir y enfrentarse a la vida real.
Hay que tener en cuenta que el tratamiento que se ha demostrado eficiente en la agorafobia es la auto exposición paulatina en vivo. Por tanto, cualquier tratamiento que se inicie en casa tiene que ser planteado como algo transitorio, como una fase inicial que tiene por objetivo que el paciente salga a la calle para poder ir (aunque sea acompañado inicialmente) adonde teme. Se tiene que trabajar desde el primer momento en esa dirección. Salir a la calle tiene que ser una continuación y culminación de la exposición en la imaginación.
Cuando estamos desesperados es cuando es más fácil para todos nosotros aceptar y exponerse a lo que nos da miedo. Entonces ocurre lo que parece un milagro, las sensaciones se hacen llevaderas e, incluso, desaparecen. Nos sentimos maravillados, es extraordinario, hemos encontrado lo que tanto tiempo hemos estado buscando: la forma de que desaparezcan las sensaciones desagradables es la aceptación que hemos hecho. Comenzamos a practicar lo que pensamos que es la "aceptación" voluntariamente, es decir, plenamente conscientes y atentos a lo que sentimos para que se vayan las sensaciones. Hemos olvidado que el camino que nos llevó a que las sensaciones desaparecieran fue la desesperación, el abandono del deseo de que desaparecieran para centrarnos en lo que queremos hacer y que se fueron involuntariamente.
En cuanto a los ejercicios del curso, hay que recordar que son un entrenamiento y no una herramienta para aplicar en la situación en la surgen nuestros miedos. Es como en un combate de kárate, el karateca se entrena y, en el gimnasio, aprende, perfecciona y automatiza los movimientos más eficaces. Cuando llega al combate, espera que la automatización funcione y en la lucha le salgan los movimientos perfectos; pero si en plena lucha se pusiese a pensar cómo los hace, lo más seguro es que perdiera el combate. En el combate, su objetivo no es hacer perfectamente los movimientos, sino vencer. Cuando estamos actuando en la vida real y se nos dispara la ansiedad, hemos de centrarnos en las acciones comprometidas y objetivos que corresponden al momento. Es decir, hemos de vivir el presente y hacer lo que queremos hacer en ese momento, independientemente de lo que sintamos.
Hacer todo esto uno solo en el caso de sufrir una agorafobia es muy difícil, por eso es necesaria la terapia cognitivo conductual. Nos decías en un mail anterior que la estabas haciendo, espero que la continúes.
Hay que tener en cuenta que la terapia de aceptación y compromiso ha AÑADIDO a exposición que se hace en la terapia cognitivo conductual un objetivo diferente: conseguir la suficiente flexibilidad psicológica para poder seguir la acción comprometida con los propios valores. El objetivo de la terapia cognitivo conductual clásica al hacer la exposición es conseguir la habituación de la reacción emocional y que el miedo a enfrentarse a las situaciones temidas desaparezca. Desde este punto de vista la exposición solamente tiene sentido si se produce la habituación. El objetivo de la terapia de aceptación y compromiso es seguir los propios valores en situaciones en las que se siente una emoción fuerte. En este caso la habituación también se da; pero es un resultado secundario, no fundamental. De esta forma la exposición tiene sentido aunque todavía no se haya dado la habituación. En el artículo “la terapia de aceptación y compromiso como desarrollo de la terapia cognitivo conductual” se argumenta esta diferencia.
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