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Estas páginas pretenden aportar sugerencias a los terapeutas sobre cómo se puede aplicar el contenido de este libro para superar determinados problemas psicológicos.
El curso no es una terapia, es decir, no va dirigido a superar los ataques de pánico, ni la depresión, ni los problemas de ansiedad, ni el tartamudeo, ni la hipocondría ni ningún otro tipo de trastorno, que necesite una terapia psicológica.
El autor del libro y Psicoterapeutas.com declinan toda responsabilidad en el uso terapéutico de este libro que se haga sin la guía de un profesional competente.
El tinitus es un ruido que sentimos en el oído y que no corresponde a un ruido externo. Se trata de una experiencia subjetiva: se oye sonido que no corresponde a un origen externo. Algunas personas lo experimentan como "ruido de cabeza" o "tintineo del oído" y lo describen como siseo, rugido o tener un grillo en la cabeza. Otro término por el que se conoce este fenómeno es acúfenos.
La primera acción a tomar es acudir al otorrinolaringólogo que estudiará las causas de la aparición del ruido. Cuando no se encuentra o el médico dice que no tiene una solución a corto plazo, es el momento de plantearse la terapia psicológica y dentro de ella la recomendada es la terapia cognitivo conductual.
En los siguientes enlaces se encuentran las bases de la eficacia de la terapia cognitivo conductual en el tratamiento del tinitus:
Hay que recordar que en la tercera generación de la terapia cognitivo conductual, de la que forma parte la terapia de aceptación y compromiso, la habituación se consigue en el marco de la aceptación.
Lo que demuestra que el uso del Curso Terapéutico de Aceptación I y II puede ser de utilidad a aquellos cuya vida está afectada por el tinitus.
Sabemos que si hay algo que no podemos cambiar, esforzarnos en ello nos lleva a empeorarlo. Lo peor del tinitus es obsesionarnos con eliminarlo, de esa forma se convierte en una obsesión que lleva a que la molestia se convierta en un obstáculo para hacer la vida normal que desearíamos.
En este sentido la Terapia de Aceptación y Compromiso es la ideal para aceptar el nuevo estado en el que sitúa el tinitus.
La terapia comienza con el análisis funcional del tinitus, es decir, con el estudio de cómo nuestras conductas influyen en él y en sus consecuencias, por ejemplo, se sabe que una de las posibles causas del tinitus es la disfunción de la articulación temporomandibular. El tinitus nos puede enfadar y podemos mostrar nuestro enfado tensando nuestra mandíbula, estableciendo un círculo vicioso que hemos de cortar cambiando nuestra conducta. En este caso se trataría de sentir el ruido, lo que no podemos evitar, y no reaccionar tensando la mandíbula, para lo que debemos comportarnos de otra forma con nuestro lógico enfado fruto de la impotencia de eliminar el ruido.
Desde un punto de vista general se puede hacer una aproximación a la aceptación del tinitus desde la siguiente perspectiva:
Unos párrafos del "Curso Terapéutico de Aceptación
I y II" pueden aclarar lo que pasa cuando nos esforzamos en eliminar una
sensación interna:
“Cuando queremos dejar de pensar en algo, tenemos la experiencia de que, generalmente, podemos pensar en lo que queramos; podemos traer controladamente a nuestra mente cualquier idea. Pero si queremos dejar de pensar en algo, comprobamos que no es tan sencillo. Se puede hacer un pequeño experimento, que proponen Hayes y otros (1999):
Podemos indicar a alguien que le vamos a decir tres números y que cuando le preguntemos “¿Cuáles son los números?” nos los repita. Le decimos 1, 2, 3 y le preguntamos un par de veces. Luego le pedimos que por todos los medios a su alcance elimine de su cabeza esos números y los olvide del todo. Esa persona comprobará dos cosas: que en realidad no puede quitárselos de la cabeza y que si se distrae, en cuanto le preguntamos de nuevo, vuelven a aparecer indefectiblemente. Puede intentar decir otros, pero si los cambia, lo hace forzadamente porque los números están en su cabeza y no hay forma de eliminarlos.
La conclusión es evidente: se ha producido una asociación entre la pregunta y los números, y nos aparece la respuesta de pensar en los números sin poderlo evitar. Los pensamientos son libres y vienen a nuestra cabeza asociados a elementos que no controlamos: por ejemplo, cuando nos preguntan “¿cuáles son los números?”, y tienen la característica peculiar de no irse cuando queremos echarlos.
Wegner (1994) (ver también Wenzlaff y Wegner, 2000), en su estudio sobre los pensamientos intrusos que todos tenemos, demostró empíricamente que cuanto más nos esforzamos por evitarlos más probabilidad tenemos de que aparezcan. Se da así lo que Wegner llama el “control irónico”, que consiste en que, cuando nos queremos asegurar de que un pensamiento no está en nuestra cabeza, tenemos que comparar lo que hay en ese momento con el pensamiento que queremos evitar. La única forma de hacer la comparación es recreándolo de nuevo en nuestra mente.
Normalmente ese tipo de pensamientos no interfiere en nuestro quehacer cotidiano porque, cuando aparecen, como no nos importan, no intentamos quitarlos de nuestra cabeza y podemos llevar voluntariamente nuestra mente a otros menesteres. Como nuestra mente es limitada, las nuevas ideas desplazarán a las antiguas, que no volverán hasta que algo nos las recuerde, como la pregunta en el caso de los números.
En las sensaciones rige una ley similar a la que hemos citado con los pensamientos: cuando no queremos sentirlas, permanecen. Por ejemplo, cuando estás leyendo estás líneas, el resto de lo que tienes alrededor seguramente no existirá para ti, pero en realidad puedes percibirlo, quizás con menos nitidez y claridad porque no está en tu foco de atención, pero está ahí. Y ahora que se te ha llamado la atención sobre ello, seguramente no podrás dejar de darte cuenta del resto de la página, ni de todo lo demás que ves, de todos los estímulos que llegan a ti desde lo que te rodea, más allá de estas líneas. Si luchas para conseguir no notarlos, se harán más presentes, siguiendo la misma lógica de lo que ocurre con nuestros pensamientos. Si alguno de los elementos que hubiese cerca de ti fuera un tigre suelto, las posibilidades de apartar la vista de él serían mucho más pequeñas. Solamente cuando no nos importa percibir algo, pueden venir otros estímulos a sustituirlo o podemos elegir fácilmente otro foco para nuestra atención.
Es más fácil huir de las sensaciones externas que de las internas. Por ejemplo, para dejar de ver algo que nos desagrada podemos girar la cabeza y no mirar. Las internas las llevamos dentro y no podemos dejar de sentirlas. Veamos otro ejemplo: hasta este momento seguramente no notábamos que teníamos lengua, pero nada más mencionarla se hace presente y la sentimos claramente y no podremos olvidarla por mucho que nos esforcemos. Si nos empeñamos en dejar de sentir la lengua, no lo conseguiremos. Solamente dejando cualquier lucha para olvidarla y dedicándonos a lo que estábamos haciendo, la sensación dejará nuestra conciencia en unos momentos.”
Inicialmente luchamos conscientemente contra el ruido intentando distraernos, poniendo un ruido que lo enmascare. Lo que está claro es que si estamos concentrados en otra cosa nos olvidamos de su existencia. Naturalmente, cuando nos decimos “¡Qué bien, no lo oigo!” automáticamente se hace presente.
"La solución es la aceptación. Aceptación no implica resignación. En Psicología, aceptar es un concepto complejo que se explica detalladamente en el libro. Resumiendo, implica no hacer nada para eliminar lo que hay que aceptar y seguir con lo que realmente nos importa."
La lucha que se lleva contra el tintitus tiene dos partes una muy visible como ponerte los cascos para enmascararlo, pero hay otra más sutil que has de averiguar en qué consiste: cuando te estás fijando en él, te pones nervioso, te mueves, te desesperas, te dices y piensas mil cosas sobre como eliminarlo o sobre lo desgraciado que eres teniéndolo, etc. Seguramente te tensarás y agitarás tu respiración. Darse cuenta de lo que haces para dejar de hacerlo es un proceso difícil, pero importante. La relajación de Jacobson es una ayuda para ello, también el ejercicio de la “s silbante”.
La aceptación implica dejar de luchar y dedicarse a lo que realmente te importa en cada momento. Tienes la experiencia de que, cuando estás distraído no lo notas y ese es el camino. Pero no se trata de distraerse con el objetivo de no oírlo, sino que se trata de que interfiera lo mínimo posible en tu vida.
Tenemos una jerarquía de valores, y en la vida nos vamos ocupando de lo que realmente es más valioso para nosotros. En el curso se incluyen bastantes ejercicios para aclarar cuáles son nuestros valores.
Cuando nos dedicamos a un valor nuestro, que es lo que realmente nos importa, lo demás pasa a segundo plano. Pero si en un momento determinado lo más importante para ti es el tinitus, todo lo que hagas cuando lo sientas estará en segundo plano, aunque lo hagas para distraerte y dejar de sentirlo. Además, lo oyes más cuando no haces nada o estás haciendo algo tranquilo y sin mucha importancia.
Qué es dar importancia a algo. Otro trozo del "Curso Terapéutico
de Aceptación I y II" te lo puede aclarar:
“Un cuento de hadas nos puede aclarar también cómo actúa
el proceso de aceptación de nuestro sufrimiento. Se trata de no darle
importancia:
Había una vez un reino feliz que solamente tenía un problema: un ogro se había instalado en la montaña más alta e inaccesible y acosaba a sus habitantes sin cesar. Un buen día tuvo la osadía de raptar a la hija única del rey y llevarla a su castillo en lo alto de la montaña. El rey, desesperado, publicó un edicto en el que ofrecía la mano de la princesa a quien la rescatase del ogro. Se presentaron dos caballeros: uno con una magnífica armadura nueva y reluciente, y el otro, un pobre caballero que había cogido prestada la armadura de su padre, que era vieja y, además, le venía algo grande. Ambos estaban tan enamorados de la princesa, que se arriesgaron a subir donde el ogro tenía su castillo. Cuando estaban preparándose para su tarea, llegaron noticias de que el ogro se había ido a otra cueva a cazar. Desde la cueva vigilaba el camino al castillo, de forma que nadie podría subir sin que él lo viese. Los caballeros, asombrados de su suerte, iniciaron la escalada. Cuando llegaron al lugar que estaba bajo la vigilancia del ogro, este les vio y les lanzó dos certeras flechas. Les dio a ambos en el hombro, en el mismo lugar, causándoles un dolor insoportable. Además, comenzó a gritarles: “Con esa flecha en el cuerpo nunca llegaréis al castillo, ni podréis subir las murallas. Perderéis mucha sangre, moriréis antes de llegar. Volved atrás”. El caballero de la armadura reluciente pensó, “Lleva razón”, y bajó rápido, pensando: “Necesito estar fuerte para llegar; en cuanto me cure y me sienta bien, volveré y venceré al ogro”. El de la armadura vieja hizo oídos sordos y con el mismo dolor y sufrimiento que el otro, siguió hacia arriba. Llegó al castillo, agotado y dolorido; pero según se acercaba se le olvidaban el dolor y su herida. Finalmente rescató a la princesa y se casó con ella, llegando a ser un rey muy querido en aquella nación. El caballero pobre no dio importancia a la herida y al dolor, mientras que el otro cayó en la trampa de pensar que primero debería sentirse bien para luego hacer lo que tanto anhelaba. El pobre, frente a su deseo de alcanzar su meta, no dio importancia a su herida ni hizo caso a los pensamientos que el ogro puso en su cabeza, mientras que el otro concedió importancia a sentirse bien, por encima de sus valores.”
Aceptar plenamente algo supone vivir con ello sin querer cambiarlo, sin hacer nada para modificarlo. Supone conocerlo y abrirse a experimentarlo sin restricciones. También supone seguir con el propio proyecto desde esa experiencia, es decir, sin renunciar a seguir nuestros valores porque aquello esté presente.
El ejercicio de aceptación de sensaciones es fundamental en la tarea de aceptación (página 185) leyendo el Apartado 1 del capítulo 7. y preparándose con los ejercicios de Concentración (página 169), “s” silbante (página 177), Relajación de Jacobson (página 170), que implican la lectura de la introducción y los capítulos 2, 3 y 4.
Es un entrenamiento para poder en la vida real dedicarnos a lo que nos interesa con total intensidad y a la vez continuar escuchando el acúfeno (tinitus).
Como ejemplo se incluye el Ejercicio de la “s” como ejemplo de los ejercicios incluidos en el libro.
Podemos regular nuestra respiración de forma consciente; pero nos supone un esfuerzo muy grande, difícil de llevar a cabo en la vida cotidiana. Lo ideal para su regulación es que también sea automática, es decir, que se adapte a la situación sin intervenir voluntariamente. Para ello podemos ser conscientes de cómo estamos respirando y aceptar la respiración como está, para así, dejar que cambie por sí misma adaptándose a la situación.
Este ejercicio, en consonancia con la filosofía de dejar de hacer, se basa en el hecho de que, si introducimos un cambio fuerte en nuestra respiración y la observamos sin intervenir, se regulará sola y se adaptará al ritmo y profundidad más adecuados a la situación, aunque inicialmente nos sintamos peor.
Cuando se está aprendiendo este ejercicio conviene haber leído al menos la introducción y el capítulo 2.
Dejar que nuestra respiración se regule y se libere. Para ello la observamos sin intervenir, lo que, pese a ser difícil, es el objetivo del experimento. Se llama “experimento” porque hay que abordarlo desde el punto de vista del observador, que solo trata de percibir lo que está ocurriendo sin intervenir, es decir, de ser testigo sin interferir, de ahí que esta palabra sea mejor que la de “ejercicio” para designar lo que se va a hacer.
Se puede realizar en cualquier momento, es más, se recomienda hacerlo varias veces al día durante un mínimo de cinco minutos.
Chequea cómo tienes tu respiración antes de iniciar el experimento: observa su profundidad, qué partes de tu vientre se mueven, si es rápida o lenta, etc. Date también cuenta de tu estado general.
Siguiendo a Carole Spead, el experimento se describe así:
“La “s” silbante es un sonido silbante que se produce dejando
salir una exhalación a través de la boca, al tiempo que se curvan
los lados de la lengua hacia arriba para rozar con ellos los dientes, con lo
que se forma un canal por el que tiene que pasar el aire. Este paso a través
de un pequeño canal es precisamente lo que produce el sonido silbante.
Intente lograr un sonido prolongado, sonoro y constante y proyectarlo horizontalmente
hacia adelante. Se necesita una cierta dosis de esfuerzo. No obstante, la “s” no
debería empezar de repente, como una explosión. No empujes ni
fuerces la respiración al salir; deja que fluya libremente”.
No fuerces ni al comienzo ni al final de la exhalación. No te prepares
haciendo una inhalación profunda. Descansa entre “s” y “s” hasta
que tu respiración se normalice espera, por ejemplo, cuatro o cinco
respiraciones antes de pronunciar la siguiente “s”. Acepta cualquier
reacción como suspiros o bostezos, ya que son solamente reguladores
de la respiración.
Si te mareas haciendo este experimento o el de las palmadas, espera tranquilamente
a que se te pase respirando lo mínimo posible, porque te habrás
hiperventilado, es decir, te habrás cargado con un exceso de oxígeno
y será preciso aguardar a que el cuerpo absorba el que le sobra.
El experimento se puede hacer en cualquier lugar, porque abriendo un poco más la boca no suena y no llama la atención.
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