En esta página se da una visión conductual de las funciones ejecutivas, un concepto ampliamente utilizado; pero con una definición un tanto ambigua. La visión conductual aporta claridad en el concepto y proporciona pautas para actuar terapéuticamente.
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El constructo de funciones ejecutivas no siempre se puede considerar bien definido. Tirapu-Ustárroz y Luna-Lario (2013) consideran que el término ‘funciones ejecutivas’ es un concepto excesivamente utilizado, que resulta excesivamente genérico y que las descripciones cognitivas en las que se basan los modelos que utilizan el término tienen dificultades para proveer de una adecuada ‘caracterización’ de los procesos ejecutivos. Según la mayoría de estos modelos, los principales procesos de los lóbulos frontales, están encuadrados en las funciones ejecutivas, que, lógicamente, se supone que se ubican en dichos lóbulos.
Para poder contemplarlas desde un punto de vista conductual radical, es preciso traducirlas en conductas concretas con una función determinada. Como tales conductas estarán sujetas a las leyes del aprendizaje y también a las que rigen las funciones cognitivas y que se recogen en la teoría de los marcos relacionales. En consecuencia, Hayes, Gifford y Ruckstuhl (1996) las definen conductualmente como un conjunto de conductas que consisten en inhibir una reacción automatizada o instintiva, es decir, entrenada muy frecuentemente, y realizar en su lugar una acción pensada y planificada.
Es verdad que esta definición puede suponer un paso reduccionista porque es posible que estos conceptos no incluyan todas las funciones que cada uno de los modelos que las estudian consideran; pero tiene la ventaja de que se enmarca en un cuadro teórico perfectamente definido, con un cuerpo de doctrina bien establecido, que incluye las funciones esenciales consideradas por todos los modelos y, sobre todo, que permite influir sobre ellas.
Para Hayes y otros (1996), la activación de las reglas verbales son las que realizan la función de inhibición de la reacción automatizada. Por ejemplo, correr tras una pelota es una acción automatizada en los niños; pero cuando tienen que cruzar una calle, el estímulo “calle” está ligado a una regla que dice “Cruzar la calle es peligroso”. Regla que generalmente está aprendida de forma verbal, es decir, entrenada verbalmente por los padres, sin que el niño haya tenido que estar en peligro realmente. La regla entra en juego ante la visión de la calle e inhibe la reacción automática de seguir tras la pelota (Hayes, Gifford y Ruckstuhl, 1996). De esta manera, estos autores encuadran algunas de las funciones ejecutivas dentro de las conductas gobernadas por reglas.
Los pasos necesarios para que se ponga en marcha una regla, que implique las funciones ejecutivas de inhibición del impulso y de cambio de conducta, son:
Se puede ver el paralelismo de esta visión de las funciones ejecutivas y la toma de decisiones consultando esta página.
Esta forma de funcionar es especialmente interesante en las siguientes situaciones (Wikipedia, 2013):
En el trastorno por déficit de atención e hiperactividad se supone que las funciones ejecutivas están alteradas. Las consecuencias de encuadrarlas dentro del conductismo radical es que nos permiten una actuación basada en los principios del aprendizaje, las reglas del condicionamiento clásico y operante, y la teoría de los marcos relacionales, que permiten una actuación más amplia que un tratamiento meramente cognitivo.
Septiembre de 2014