El empleo de metáforas en la terapia psicológica está muy establecido en terapias humanistas y psicodinámicas (Queraltó, 2006). Aunque se empleaba corrientemente en la terapia cognitivo conductual, solamente se le ha dado una importancia primordial en la tercera generación de esta terapia y más en concreto en la terapia de aceptación y compromiso. En esta página se presenta qué son las metáforas, cómo se convierten en terapéuticas y qué condiciones tienen que tener para ser eficaces. Se sugieren algunos pasos para crearlas. Se presenta una visión de la metáfora desde la teoría de los marcos relacionales, lo que permite afianzar y clarificar la base científica de su utilización terapéutica.
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La terapia cognitivo conductual es una terapia directiva. Trata que el paciente cambie su comportamiento y para ello el terapeuta actúa activamente. Una de las herramientas que emplea clásicamente es establecer reglas de conducta animando al paciente a seguirlas para cambiar su forma de actuar y solucionar así su problema. La regla consiste en enunciar unas consecuencias para un comportamiento que se dé en determinadas circunstancias (puedes ver más detalles pinchando aquí).
Las reglas de comportamiento que enuncia el terapeuta al paciente son positivas, siempre que el paciente las asuma como propias cuando compruebe por sí mismo su eficacia para conseguir sus objetivos y seguir sus propios valores. Sin embargo, las reglas tienen algunas propiedades que no las hacen todo lo eficaces que aparentemente deberían ser. El primer problema que surge es precisamente que el paciente las haga suyas. Otro, inherente a la propia esencia de las reglas verbales que utilizamos los seres humanos, es que son poco sensibles al contexto, es decir, cuando actuamos siguiéndolas, lo hacemos sin tener en cuenta la situación concreta en la que estamos, en la que, quizás, no definan el comportamiento más adecuado. Se puede ver un ejemplo en este vídeo que muestra las diferencias en el entrenamiento de niños y chimpancé: cuando los niños han establecido una regla de comportamiento la siguen sin investigar si hay una alternativa mejor, lo que sí hacen los chimpancés.
En la terapia es preciso tener especial cuidado cuando el terapeuta las establece, porque, ¡cuántas veces ocurre que el paciente las sigue con el exclusivo objetivo de conseguir su aprobación y refuerzo, es decir, para complacerle! Para evitar estos problemas la terapia de aceptación y compromiso plantea la conveniencia de utilizar otras herramientas como metáforas y ejercicios experienciales.
La metáfora sustituye con gran ventaja a las sugerencias, consejos y tareas que propone el terapeuta al paciente.
La metáfora transmite al paciente una experiencia cercana, ajustada a su problema y le plantea una alternativa de solución del problema que está viviendo más de acuerdo con sus valores. Una de las grandes ventajas de las metáforas es que permiten al paciente llegar a sus propias conclusiones sin que tenga que ser dirigido directamente por el terapeuta. Por tanto, no son las reglas establecidas por éste las que dirigen el cambio en su conducta, sino que lo decide el propio paciente (Monestes y Villatte, 2008)
Hay que señalar que las metáforas y los cuentos se han utilizado durante todas las épocas para transmitir conocimiento y para cambiar el comportamiento de las personas, sírvanos como ejemplo por su impacto en nuestra civilización occidental las parábolas del evangelio.
Son construcciones literarias que utilizamos constantemente en el lenguaje. La Real Academia define metáfora como: “Aplicación de una palabra o de una expresión a un objeto o a un concepto, al cual no denota literalmente, con el fin de sugerir una comparación (con otro objeto o concepto) y facilitar su comprensión”.
Una metáfora terapéutica logra cambios en el entendimiento del paciente de su problema y sugiere soluciones adecuadas sin imponerle tareas ni reglas de comportamiento.
Una metáfora terapéutica es una metáfora que facilita al paciente un cambio terapéutico. El paciente puede requerir modificaciones en el planteamiento de su `problema y/o en el camino que sigue para resolverlo. Al emplear una metáfora, el terapeuta pone de relieve en qué consisten esos cambios sin decirlos literalmente; sino que lo hace a través de la sugerencia de una comparación con una experiencia vivida (real o vicariamente) por el paciente. Así, una metáfora terapéutica presenta al paciente una experiencia conocida o, mejor aún, vivida por él, que se asocia con el problema que presenta y ofrece una solución al mismo. Al escucharla, entenderla y revivirla, se produce un cambio en su conducta. Con esta definición, la metáfora terapéutica puede consistir en una sola palabra o en una la narración de una historia.
Para que una metáfora sea eficaz es conveniente que cumpla las siguientes condiciones:
La mejor metáfora terapéutica es la que se adapta al problema que en ese momento presenta el paciente.
De esta forma, si cambia su conducta, lo hará por haber tenido una experiencia y no por una petición del terapeuta y para complacerle.
No solamente es válida la frase de que una imagen vale más que mil palabras, sino que hay que tener en cuenta que para que una metáfora tenga éxito tiene, como mínimo, que ser recordada (McCurry y Hayes, 1992). Es en este punto en el que buenas ilustraciones pueden jugar un papel fundamental porque, como dice Eduardo Punset: “Las últimas investigaciones aclaran que la imagen cuenta como instrumento de permanencia o duración de la memoria. Sin imagen es difícil que algo se asiente en la memoria a largo plazo.” (http://www.eduardpunset.es/120/general/el-poder-de-las-imagenes diciembre, 2010).
La terapia de aceptación y compromiso exige al terapeuta conocer muchas metáforas y ser capaz de construir la más adecuada para el paciente.
El psicólogo que emplea la terapia de aceptación y compromiso tiene que estar entrenado para emplearlas habitualmente en las sesiones terapéuticas. Para ello, puede emplear alguna de las que conozca o crearla en el momento. En consecuencia le conviene conocer cuantas más mejor, sobre todo aquellas que se pueden adaptar a múltiples pacientes porque plantean una experiencia común y se refieren a problemas psicológicos que se dan en general. El libro "Entiende y maneja tu ansiedad" contiene una amplia colección de metáforas ilustradas aplicadas al tratamiento de la ansiedad. Se puede conseguir más información sobre él en
http://www.gestopsicologia.com/entiende_maneja_ansiedad.html.
Para crear una metáfora el psicólogo puede seguir las siguientes fases:
Una metáfora nace en cualquier sitio de un padre o madre inteligentes e inspirados. Se propaga por medio de un proceso infeccioso. Una persona que la oye queda afectada por ella y la empleará en su conversación cotidiana. Así, infectará a otra persona que la seguirá transportando y propagando. En ese proceso, la metáfora muta, adaptándose a las diferentes condiciones por las que pasa para afectar al mayor número de personas posible. Algunas metáforas dejan de existir porque la comunidad hablante deja de utilizarlas. Las que tienen la suerte de quedar escritas en un libro pueden resucitar. Este proceso infeccioso por el que se propagan hace a veces muy difícil conocer su origen y el padre puede quedar sin el reconocimiento que merece.
En la comunicación humana está muy reforzado llevar razón. Cuando empezamos a discutir a todos nos gusta llevar razón. Si vamos a trasmitir algo a alguien y lo hacemos con una metáfora, se desactiva el deseo de llevar razón, porque quien tiene la responsabilidad del cambio no es la persona sino la metáfora. Además, en realidad solamente estamos trasmitiendo hechos que no tienen que ver directamente con lo que se está hablando. Como mucho lo que se sigue discutiendo es si la metáfora refleja con mayor o menor precisión la realidad sobre la que se está tratando.
Conocer la teoría científica que explica y avala el empleo de la metáfora es interesante para poder aplicarlas con más eficacia.
Un análisis científico de la metáfora nos permitirá entender con más profundidad cuáles son los procesos que intervienen para que se dé la influencia que se observa en la conducta de quien la oye o la lee. La teoría de los marcos relacionales es una teoría científica, con un fuerte apoyo experimental, que incluye una explicación a la eficacia de las metáforas. A continuación se expone someramente lo que dice esta teoría sobre este tema.
Los animales son capaces de responder a relaciones entre estímulos, por ejemplo, pueden responder al “más alto” o “al más grande” para obtener un refuerzo. Los seres humanos somos capaces de responder a relaciones entre estímulos establecidas arbitrariamente, es decir, no ligadas a sus características formales. Por ejemplo, podemos escoger la moneda más valiosa aunque no sea la más grande ni la más bonita, sino porque hemos aprendido que es la que más vale. Decimos que una persona ha adquirido una relación, (en el ejemplo sabe cuál vale más) cuando ha aprendido a responder a una relación arbitraria establecida entre estímulos (escoge la que más vale).
Las relaciones pueden ser tan complejas como una regla de conducta , en la que establecemos verbalmente que ante una situación dada, si actuamos de determinada manera, conseguiremos ciertas consecuencias, estableciendo una relación entre el estímulo, nuestra conducta y las consecuencias (ver más sobre reglas de conducta) .
Según se ha demostrado experimentalmente, cuando el estímulo entra en una relación nueva o diferente, cambia la función que tiene, es decir, se modifica la reacción que tiene la persona ante la presencia del estímulo. Por ejemplo, si nos dicen que ese cuadro, que no vemos especialmente bonito, es muy valioso, han introducido el cuadro en una relación diferente, la relación de “el valor que tiene” y no solamente en la relación de “belleza percibida” y de esa forma cambiará su función, al aumenta la probabilidad de escogerlo o al menos de mirarlo con más detenimiento.
La teoría de los marcos relacionales explica por qué las metáforas son eficaces.
La teoría de los marcos relacionales sostiene que en el establecimiento de este tipo de relaciones se basan el lenguaje y el pensamiento. En este sentido, es una teoría conductual del lenguaje y, por ello, trata de dar cuenta de lo que son las metáforas.
Cuando un terapeuta utiliza una metáfora su objetivo es transferir la relación, por ejemplo, una regla de comportamiento, que se ejemplifica en el vehículo (la metáfora) al objetivo (a la regla de comportamiento que está siguiendo el paciente) (Monestes, y Villatte, 2008).
Pero las metáforas no solamente se aplican a las reglas de comportamiento, aunque estas son las más importante en la terapia; sino que se dan en todo nuestro lenguaje. Por eso necesitan una definición más precisa y más técnica.
Dicho de una forma más técnica, es decir, más precisa y más general: una metáfora es una relación de coordinación entre dos relaciones basada en las características no arbitrarias de estas (Stewart et al., 2001). Estos autores describen las metáforas terapéuticas basándose en sus componentes: dos relaciones complejas aprendidas por el individuo, entre las que se establece una relación de coordinación, equivalencia o identidad que se basa en una propiedad física o formal que modifica la relación del objetivo y trasforma las funciones de ese objetivo (Stewart et al., 2001). Las condiciones últimas, que modifique la relación del objetivo y se produzca una transformación de función son necesarias para que sea terapéutica, no para que sea metáfora.
En este ejemplo se ve claramente cómo funcionan las metáforas en la teoría de los marcos relacionales
En este ejemplo el paciente trata de luchar contra la ansiedad y comprueba una y otra vez que no consigue eliminarla, lo que le crea un problema de sufrimiento psicológico importante y para solucionarlo acude a terapia. El terapeuta le propone una metáfora a través de la que le enseña cómo funciona la lucha contra la ansiedad. Lo hace estableciendo una correspondencia entre la relación, en este caso una regla de comportamiento, que le lleva al paciente a la lucha contra la ansiedad con otra relación también conocida: el comportamiento de lucha para salir de las arenas movedizas. Esta última relación la habrá aprendido el paciente en la sociedad, bien leyendo o viendo en una película a alguien hundiéndose en las arenas. Cuando el paciente establece la relación de correspondencia entre las dos relaciones, dándose cuenta de que la lucha contra las arenas movedizas refleja su experiencia de lucha contra la ansiedad, llega por sí mismo a la conclusión de que lo mejor que puede hacer es dejar de luchar con la ansiedad y aceptarla, permitiéndose sentirla plenamente, sin que el terapeuta se lo tenga que decir explícitamente.
Como vemos, la metáfora terapéutica une dos relaciones: una el problema del paciente y una relación que haya sido experimentada directamente por el paciente o bien una relación que esté bien establecida en la sociedad a la que pertenece el paciente y que plantee una solución al problema (Monestes, y Villatte, 2008).
Lo más importante para que sea terapéutica es que la metáfora realice un cambio en el comportamiento en el paciente, hablando técnicamente, que se produzca una transformación de la función del estímulo incluido en la relación inicial que marca la conducta del paciente. En el ejemplo puesto, la metáfora será terapéutica cuando la persona, ante la presencia de ansiedad, deje de luchar contra ella aplicando la misma estrategia que aplicaría si cayera en arenas movedizas. Si la metáfora no estuviera bien establecida y las dos relaciones no se coordinan, no se dará el cambio terapéutico.
Desde la terapia se consideran metáforas las analogías, las alegorías, los refranes y las anécdotas cortas y si contienen imágenes se recuerdan mejor (McCurry y Hayes, 1992).
El objetivo que tiene el terapeuta al emplear una metáfora es transferir la relación que ejemplifica y a la relación que se quiere cambiar en el paciente. El terapeuta espera que el paciente establezca la equivalencia entre las dos relaciones. Cuando se establece, se produce una transformación de la función de la relación que la metáfora aclara o cambia. Es decir, la respuesta que el paciente da a la relación que inicialmente tenía cambia debido a la nueva relación que se establece (Barnes-Holmes, 2006). En el ejemplo expuesto, el paciente dejará de luchar contra la ansiedad que siente.
Diciembre 2013